lunes, 26 de mayo de 2014

Enemigos históricos se confiesan admiración y respeto tras 50 años de guerra en Colombia (INFOGRAFÍA)

Santiago Aguilar Morán / @literatango


Bogotá, 26 may (Andes) - Habían pasado pocos minutos después de las ocho de aquella mañana de mayo de 1964, cuando los 800 hombres encabezados por el coronel Álvaro Valencia Tovar incursionaron por aire y tierra en Marquetalia contra 42 guerrilleros comandados por Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, a quien el estratega militar consideraría años más tarde “el mejor guerrillero de la historia, no solamente de Colombia”.

A sus 93 años, Valencia Tovar guarda aún en su casa de Bogotá las memorias de aquellos días en que planeó, organizó y dirigió la operación Meteoro, que con el paso del tiempo se conocería como operación Marquetalia y constituiría el ícono fundacional de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas), que este martes cumplen 50 años.

“Tirofijo es el mejor guerrillero del mundo: las emboscadas que realizaba, los escapes cuando había cercos, en todo eso revelaba una maestría que yo creo no puede tener ningún otro en esa dimensión. Era un verdadero táctico guerrillero. Eso lo confieso con todo el respeto porque tengo que admitir que era un formidable guerrillero y lo combatí, por eso tengo la medida y la dimensión de su calibre”, dice este excomandante del Ejército, quien se retiró en 1975, en entrevista con la Agencia Andes.

La operación desplegó tres batallones de infantería sobre Marquetalia (en el departamento central de Tolima) para exterminar, según el gobierno conservador de la época, “repúblicas independientes” que se habían instaurado bajo el influjo comunista en el centro-este del país.

Esas colonias estaban conformadas por campesinos alzados en armas contra los partidos tradicionales Liberal y Conservador, trenzados en una sangrienta guerra tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, en 1948.

Los 42 hombres se dispersaron como parte de la estrategia, para después reunirse en Riochiquito con Manuel Marulada, nombre de guerra de Pedro Antonio Marín, fallecido en 2008 por causas naturales a los 77 años y quien decidió llamarse así en homenaje a un líder comunista colombiano asesinado. Esa era la orden que había dado ‘Tirofijo’ –apodado así por sus compañeros de armas- gracias a su visión de lo que se avecinaba y de su conocimiento del terreno.

Pero la contundencia del ataque no logró acabar con la resistencia planteada por Marulanda, cuya táctica sorprende aún hoy a los estrategas de la guerra: la patrulla dirigida por el guerrillero llevaba varios meses abriendo una trocha entre Marquetalia y Riochiquito, por donde escaparon al ataque con apenas una baja, la de Isaías Pardo, uno de los más entrañables amigos de ‘Tirofijo’.

Marquetalia, la cuna de las FARC
“Esos 42 combatientes aguantaron la ofensiva militar, les tocó viajar con familias, con animales, mejor dicho, con todo encima para escapar del Ejército. Cuando sucede la operación Marquetalia es que las FARC se constituyen como un movimiento armado, vertical, con estatutos. La operación Marquetalia es la génesis para el movimiento armado”, afirma a Andes un rebelde de 63 años retirado de la guerrilla más antigua del continente, que prefiere mantener su identidad bajo reserva.

Avanzar a través de la trocha abierta por los hombres de ‘Tirofijo’ le llevó 12 días a Adriana, una guerrillera de 60 años ya retirada que ese día vio germinar, siendo todavía una niña, lo que en adelante sería su única forma de vida.

“¡No! Esa era una mortandad de militares los que quedaron en el camino porque la estrategia de Marulanda fue abrir otras trochas más pequeñas para confundir a los militares. A esas trochas se les preparó unos explosivos para darles tiempo a los campesinos que huían con animales y familias encima”, relata a Andes la guerrillera desde la clandestinidad.

“Para mí, Marquetalia tiene un significado muy grande porque es el comienzo, el nacimiento del movimiento que uno ha querido tanto, que fue, es y sigue siendo la vida de uno, es la esperanza de todo un pueblo de tener una vida diferente. Marquetalia tiene un significado muy grande”, añade.

Rodeado de lo suficiente para vivir, sin lujos ni riquezas, Armando cuenta que para los rebeldes de las FARC Marquetalia es un símbolo de vida. “Cuando uno conoce el territorio de Marquetalia es como entrar en un templo, tiene un significado muy grande. Piensas: ‘estoy aquí, donde estuvieron los camaradas, ¡cuánta gente murió en este camino! (de la lucha armada), murió de hambre, de frío, de necesidades. Para salir de ese lugar es una cosa heroica, para salir de ese asedio, el enemigo quedó derrotado ante ese cúmulo de fuerzas, con el apoyo del periodismo, porque lograron burlarlo 42 campesinos”.

El respeto al enemigo y su lectura obligatoria
Alejado ya del fragor de las balas, el guerrillero confiesa también su respeto por la figura de Valencia Tovar. “Este es de los generales que valía la pena, este era un verraco al que nos enseñaron a respetar como enemigo, que tenía conciencia, que sabía lo que hacía y que también nos respetaba”, sostiene.

En su casa de un piso en el norte de la capital colombiana, con jardín por los cuatro costados, el general recuerda que un ciudadano italiano retenido por las FARC no quiso irse del país sin contarle un secreto.

“Donde había un alto en la marcha, el centinela que me vigilaba sacaba un libracón y se ponía a leerlo. Cuando tuve confianza con el guerrillero le pedí que me lo mostrara y descubrí que era el libro El ser guerrero del Libertador, de Álvaro Valencia Tovar. Cuando le pregunté por qué un guerrillero leía a un general, me dijo: ‘porque es que este general es un verraco (extraordinario), aquí lo respetamos mucho. Es orden del Estado Mayor que todos leamos este libro’”, parafrasea Valencia en tanto apura un sorbo de café.

Valencia, columnista del diario El Tiempo de Bogotá, recuerda que a finales de los años 1980 un campesino llegó hasta su casa con un paquete envuelto con cabuya. Después de timbrar, el hombre le espetó: “¿usted es el general? Aquí le dejo esto”. En su escritorio y con mucho cuidado, pues sospechaba que se trataba de una bomba, el militar cortó la cuerda y notó que no había ninguna amenaza.

“Lo abrí y encontré el libracón con una dedicatoria de Jacobo Arenas (número dos de las FARC fallecido a finales de los noventa por una enfermedad) que decía: ‘General, como su libro no se consigue en librerías, nos hemos permitido hacer una edición en las montañas de Colombia, de la cual le envío este ejemplar. Jacobo Arenas’”.

“Para mí Jacobo Arenas era un estratega, porque el plan que él tiene para irse tomando poco a poco Colombia es magistral: buscaba las zonas más pobres, conflictivas y abandonadas para ir sublevándolas con armas y todo, hasta llegar a una guerra civil en la que ellos llevarían ventaja porque eran mejores combatientes que nosotros, eran guerrilleros expertos. Eso sí que fue interesante”, asegura.

Una premonición

Medio siglo después del episodio fundacional de las FARC (que según los militares tiene actualmente 8.000 hombres), estos protagonistas de la historia de Colombia se respetan, se evocan y tienen una misma corazonada: que esta vez la paz sí será posible como resultado de los diálogos que llevan a cabo el gobierno y la guerrilla en Cuba desde noviembre de 2012.

“Yo sé que soy un poco optimista, pero creo que esta vez la paz será posible porque ya la violencia en Colombia ha adquirido unas dimensiones de violencia desbocada, es algo absolutamente distinto a lo que nosotros combatíamos, ya no es una lucha armada, es una violencia generalizada”, sentencia el general que persiguió sin tregua a las guerrillas, sufriendo incluso un atentado del Ejército de Liberación Nacional (ELN, guevarista) en 1971, siete años después de la fundación de este grupo. 


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