martes, 7 de enero de 2014

Ofensiva mundial de al Qaeda


El Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS), una de las más sangrientas de las ramas de al Qaeda que lucha en el bando de los «rebeldes» ha tomado Faluya y Ramadi, dos ciudades bien conocidas de la guerra de Irak al norte de Bagdad, en la provincia de Al Anbar. Parece que lo que ha desencadenado esta ofensiva ha sido la determinación del gobierno de Maliki de erradicar la retaguardia de los combatientes que operan en Siria contra el gobierno de Al Assad.

La pasada semana, los terroristas anunciaron en Jordania, otro de sus santuarios amparados por el gobierno corrupto de la dinastía hachemita que, tanto el EIIS como el Frente Al Nousra operan oficialmente en Líbano para luchar contra Hezbollah y quienes les apoyan. Abdalá II, su rey, es el responsable del envío de centenares o quizá miles de milicianos pertenecientes a la rama local de al Qaeda, la Corriente Yihadista Salafista de Jordania, a luchar contra el gobierno laico o multiconfesional de Siria. También acoge el campo de entrenamiento más importante de Oriente Medio donde EEUU entrena a los milicianos que combaten en el vecino país.

En los últimos meses, al Qaeda ha perpetrado varios sangrientos actos terroristas en Líbano, patrocinados por Arabia Saudí e Israel, dirigidos contra la población civil del sur de Beirut, contra políticos de la coalición 8 de marzo (formada por Hezbollah, por partidos cristianos y por comunistas) o contra centros diplomáticos de países que consideran hostiles. Como resultado de los operativos de inteligencia puestos en marcha tras los mismos, se ha detenido al emir saudí —¡cómo no!— de las Brigadas Abdulá Azzam, el grupo terrorista responsable del doble atentado suicida que causó 25 muertos frente a la embajada iraní de Beirut.

Pero no queda ahí la cosa. Como era previsible, la oposición integrista egipcia se está tornando más y más violenta cada vez y los actos terroristas se van sucediendo cada vez con más regularidad y violencia. No me refiero a la Hermandad Musulmana, declarada organización terrorista en una extralimitación más del general al Sisi a pesar de la inclusión de elementos violentos en sus filas, sino a atentados recientes como de Mansura, en el que 16 personas perdieron la vida, como el ataque con bomba a un autobús en Nasser City o los atentados reiterados contra instalaciones y personal del ejército. Podríamos seguir así con Libia, donde muchos terroristas de los de la bandera negra están incluso en el gobierno y donde puede afirmarse que la guerra no ha terminado, o con la situación de Yemen, de auténtica guerra civil.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿cómo ha logrado al Qaeda ser más fuerte que nunca en su historia? La vinculación con las «primaveras árabes» no es casual, sino absolutamente causal. Tampoco lo es el que al Qaeda sea un aliado occidental en la mayoría de esos países. Sin ellos, por ejemplo, la guerra en Siria habría acabado ya hace años o no habría habido guerra en Libia. En Irak no existía al Qaeda hasta que los norteamericanos pusieron sus zarpas sobre el país. Puede que EEUU esté reculando en el apoyo expreso y secular al terrorismo takfirí tras lo sucedido en Libia con el asesinato de su embajador en Bengasi pero, en cualquier caso, no conviene fiarse de los últimos movimientos, porque puede responder a coyunturas estratégicas perfectamente reversibles dependiendo de las circunstancias geopolíticas.

Las relaciones con Arabia Saudí, el principal patrocinador e inspirador de al Qaeda parecen ahora deterioradas, pero Israel y Francia están copando el vacío dejado por la segunda administración Obama. Un sólo ejemplo significativo acontece ahora en Líbano. Arabia Saudí envía a sus emires wahabistas a cometer atentados allá. Al mismo tiempo, mueve a sus peones políticos —junto con Francia— en el país de los cedros para que formen gobierno al margen de la constitución libanesa que obliga a la integración de todas las facciones religiosas y étnicas. De producirse este auténtico golpe de estado, es probable una dura reacción de Hezbollah, cuya milicia puede ser usada como arma de presión política que trunque los planes desestabilizadores extranjeros. ¿Solución? Arabia Saudí financia a Líbano con 3.000 millones de dólares un reforzamiento del ejército regular libanés y Francia toma ese dinero gustosamente para proveerlos de armamentos para fortalecer su industria de armamento y posibilitar el golpe o la victoria en caso de una nueva guerra civil. Pues esa alianza entre al Qaeda, Francia, Arabia Saudí (más Israel y EEUU) ha sido y es el común denominador estos días en todo lo referente a la política de Oriente Medio.

Así que, a pesar de los cuentos para no dormir que nos contaron sobre el hombre del saco, los chicos de Bin Laden son aliados estratégicos y fundamentales de occidente en medio mundo, principalmente en aquella crítica región. Su apoyo en los últimos años ha sido fundamental para que hoy se produzca esta macro ofensiva que al Qaeda ha desencadenado en toda el área.

Se ha oído que Rusia, recientemente sacudida de nuevo por la violencia de las facciones yihadistas en su propio suelo, pretende atacar a al Qaeda en la ONU e intentará descubrir ante el mundo el terrible juego de Arabia Saudí, que usa a su antojo al ejército internacional de mercenarios que posee para la guerra mundial religiosa que ha emprendido contra los estados árabes laicos o pluriconfesionales y contra las minorías musulmanas no sunitas en su territorio y en el del resto de países de Golfo.

Esperemos, por el bien de todos, que lo consiga plenamente y que los países occidentales que llevan décadas manipulando al integrismo musulmán en su propio beneficio, dejen de jugar con fuego antes de que nos abrasemos todos.

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